Últimamente he hablado mucho sobre el tema de las rabietas
con distintas amigas. Es un tema que suele desesperar a los padres, porque es
difícil actuar ante esas explosiones incontroladas de rabia. ¿Debo dejarle solo
para que se tranquilice? ¿Abrazarle y calmarle? ¿Darle lo que quiere o ser
estricta y no ceder? ¿Regañarle o razonar? Vamos a ello.
¿Cuántas veces nos planteamos si lo estamos haciendo bien ante las rabietas de nuestros hijos? Creo que es algo común a todos los padres. Recibimos miles de consejos contradictorios sobre cómo actuar ante las rabietas, nos admiramos de la suerte de esa amiga que asegura que su hijo nunca tuvo una y buscamos en internet técnicas para acabar con el archienemigo. La realidad es que cada niño es distinto y que lo que vale para el hijo de tu prima no tiene por qué servir para el tuyo. En esto todos andamos a tientas, probando distintos métodos hasta que damos con los adecuados para nuestros peques. Este post nace de mi experiencia como madre; puede que a algunos os sirva y a otros no, pero por probar que no quede, ¿verdad?
Tengo dos niños pequeños que no se llevan ni dos años. El
mayor empezó pronto con las rabietas, en gran parte unidas a los celos que
sentía por el nacimiento del pequeño, y a día de hoy, con 4 años, todavía tiene
alguna de forma puntual, aunque, por suerte, son cortas y más fáciles de
controlar que las del principio. El pequeño está en plena etapa de rabietas.
Eso quiere decir que alguna vez me he encontrado con dos niños enrabietados al mismo
tiempo. No se lo deseo ni a mi peor enemigo.
Hay varios tipos de rabietas y es necesario diferenciarlas para saber actuar ante ellas) Mis hijos tienen rabietas de dos clases:
- Las que surgen debido al cansancio, el sueño o el hambre. Pues ahí, por supuesto, no queda otra que darles lo que necesitan para que se calmen. Con el tiempo irán aprendiendo a expresar con palabras lo que necesitan, pero de momento, cuando el cansancio les vence que no saben ni lo que quieren, toca atenderles.
- Las rabietas emocionales, es decir, las que surgen por algún tipo de emoción que no saben gestionar aún: enfado, celos, llamar la atención, frustración… Estas son las más difíciles, porque a veces sabemos el motivo, pero otras surgen sin que entendamos por qué. El niño, por alguna razón, ha experimentado algún tipo de emoción y le ha hecho estallar.
Lo que no hay que hacer ante una rabieta
Gritar o enfadarte. No sirve de nada, más que para intensificar
aún más la rabieta. No le va a aportar nada a tu hijo. ¿Ves que estás perdiendo
los nervios? A todos nos pasa (yo la primera y más a menudo de lo que me
gustaría reconocer), así que, si puedes, retírate a otro cuarto y procura calmarte, piensa
en el siguiente paso a dar y que sirva realmente para ayudar a tu hijo.
Castigar o aplicar consecuencias. ¿En medio de una
rabieta? No, no es el momento. Si consideras que el comportamiento de tu hijo
durante la rabieta debe de tener algún tipo de consecuencia, mejor que sea
después, cuando esté calmado y puedas explicárselo. Yo no impongo castigos por
las rabietas, pero a veces sí hay
consecuencias. Por ejemplo, si la rabieta ha surgido a causa de la disputa de
un juguete, una vez que se ha calmado, puedo intervenir y ahí ya depende de las
circunstancias y las formas de educar de cada uno: se puede retirar el juguete,
aplicar un sistema de turnos, tratar que dialoguen (a su nivel) sobre lo
sucedido…
¿Qué hago entonces cuando tienen una rabieta?
Pues, como decía antes, cada niño es distinto e incluso cada
rabieta también. A veces funciona una cosa y la siguiente vez tratamos de hacer
lo mismo y no sirve de nada. No hay reglas fijas. Yo he alternado con distintos
métodos según las circunstancias:
Recurrir a distracciones. Este método me funciona muy bien con el pequeño, sobre todo al inicio de una rabieta, antes de que crezca. Se trata de proponer una actividad o enseñarle algo que acapare su atención y le distraiga de la rabieta.
Abrazos, mimos, palabras cariñosas… Muchas veces un contacto afectuoso es suficiente para que se vayan calmando y la rabieta desaparezca
Dejarle a su aire. Otras veces, por el contrario, el mayor rechaza cualquier contacto. Si sucede en casa, le acompaño a su cuarto (no como castigo, sino
porque hemos establecido un rincón para calmarse) y le dejo ahí para que
se tranquilice. Por supuesto,
no le dejo solo todo el rato. Cada ratito me acerco para preguntarle cómo se encuentra, ofrecerle ayuda y recordarle que cuando se calme podremos solucionar lo que le sucede.
Aplicar técnicas de relajación. En este caso, deben de
haberse trabajado previamente (más adelante os dejo algunos recursos). Tal como os conté hace un
año, a nosotros durante un tiempo nos funcionó muy bien la lectura del cuento
Vaya rabieta, de Mireille d'Allancé. Le regalé al mayor una cajita para que, igual que el
protagonista del cuento, pudiera guardar ahí la rabieta.
No ceder a los caprichos. En eso somos estrictos y
creo que es lo mejor para que no se acostumbren a conseguir las cosas que
quieren con las rabietas (aunque también debo reconocer que mis hijos no son
muy dados a tener rabietas por este motivo, pero alguna ha habido, claro). Así
que si la rabieta es porque quieren ver la tele, comer chuches o que les compre
un juguete, la respuesta siempre es “no”.
Evitar que se hagan daño. Mi hijo pequeño tiene pocas
rabietas, pero cuando las tiene enloquece y trata de hacerse daño. Pero daño de
verdad, sobre todo en la cabeza, porque intenta golpearse con fuerza, ya sea
contra el suelo, la pared o un mueble. Es horrible, de veras. ¿Qué hacer en
estos casos? Pues, ante todo, velar por su seguridad, así que quiera o no
contacto, yo le sujeto hasta que se calma para que no se haga daño. Esa es la
prioridad. Me lo dice el sentido común y también los médicos, así que no hay
otra.
¿Qué hacer después de la rabieta?
El trabajo no se acaba cuando el niño se calma. Para evitar
futuras rabietas y que vaya aprendiendo a gestionar sus emociones, es necesario
un trabajo posterior, cuando el niño esté más tranquilo. En algunos casos,
podrá hacerse de forma inmediata a terminar la rabieta y en otros habrá que esperar
a otro momento, también tranquilo, para actuar.
Algunos ejemplos de lo que se puede hacer:
Recomponer. No es el caso de mis hijos, pero hay niños que
durante la rabieta tiran o rompen cosas, insultan, pegan a los que están cerca… En ese caso, sus
actos deben tener consecuencias, es decir, deben recoger lo que han tirado (con
nuestra ayuda, claro), arreglar o tirar a la basura lo que hayan roto y
disculparse con la persona a la que hayan pegado o insultado.
Hablar con el niño (a su nivel) sobre lo que ha pasado:
qué ha motivado la rabieta, cómo podría haberlo resuelto, qué hacer en el
futuro…
Practicar técnicas de relajación que le ayuden a
enfrentarse a la rabieta. El blog Yaiyoga nos propone técnicas para trabajar la rabia con niños y Psicocrianza nos enseña técnicas divertidas para controlar la respiración. Os dejo otras interesantes propuestas en este post: Visto en YouTube: Técnicas de relajación infantil.
Leer cuentos que les ayuden a identificar sus emociones y
a gestionar rabietas. Ya hemos visto el de Vaya rabieta, pero pronto ampliaré la lista de lecturas para que tengáis más recursos.
Me ha quedado un post algo largo, pero es que el tema da mucho de sí y sólo he tocado una pequeña parte. ¿Qué hacéis vosotros cuando vuestros hijos tienen una rabieta? Me encantaría saberlo. ¡Seguro que me dais más de una idea!