Este es uno de los cuentos favoritos de mi hijo mayor. Seguramente muchos de vosotros ya lo conozcáis. Lo tendréis en casa y lo leeréis una y otra vez con vuestros hijos. Publicado por primera vez en 1993, se ha convertido en un habitual de las estanterías infantiles, se trabaja en las escuelas infantiles y en los colegios y existen adaptaciones al teatro y al teatro de sombras. He encontrado incluso una canción inspirada en el libro. Y, por supuesto, existen cientos de reseñas de este popular cuento en la red. Pero no me resisto a dejar otra más. Es un cuento tan bonito y gusta tanto a los niños que tenía que tener su rinconcito en mi blog.
Título: ¿A qué sabe la luna?
Autor/a: Michael Grejniec
Editorial: Kalandraka
Edad: de 3 a 6 años
"¿Sería dulce o salada? Tan sólo querían probar un pedacito. Por las noches miraban ansiosos hacia el cielo, se estiraban e intentaban cogerla [...] pero todo fue en vano y ni el animal más grande pudo alcanzarla"
En este cuento, los animales desean probar la luna. Quieren conocer su sabor. Pero, por más que se estiran hacia el cielo, ninguno consigue alcanzarla. Se dan cuenta que van a tener que unir sus fuerzas para lograr ese deseo que parece inalcanzable. Así que forman una torre de animales, en la que todos tienen cabida, grandes y pequeños. La tortuga, el elefante, la cebra, el mono... La luna, que es muy juguetona, cada vez que están a punto de alcanzarla, da un saltito y se aleja. Hasta que por fin el ratón chiquitito consigue dar un mordisquito a la luna. ¿A qué sabe? Aaaaah, ese misterio no lo desvelo. No más spoilers.
Narrada a modo de fábula, este relato pone de manifiesto cómo los deseos que parecen inalcanzables pueden hacerse realidad a través de la cooperación y la unión. Los animales tienen un objetivo común y aprenden a trabajar en equipo para lograrlo. De esta forma, el cuento transmite importantes valores a los niños, como la solidaridad, el esfuerzo, la superación, la generosidad o la convivencia. Todo ello con un toque de humor, dado por esa luna saltarina y un poco burlona y por ese divertido e inesperado final, en el que un pececillo nos muestra como las diferentes perspectivas condicionan nuestra visión del mundo. Hablaré de ello un poco más adelante.
El relato está contado con una estructura repetitiva para facilitar la comprensión lectora. La repetición de frases y de situaciones sirve para enganchar a los pequeños lectores, que disfrutan anticipando lo que va a suceder. La introducción nos habla del sueño de los animales, de la imposibilidad de conseguirlo y de sus intentos desesperados por lograrlo por separado. Entonces se abre el nudo del relato, lleno de ritmo gracias a las repeticiones: un animal intenta alcanzar la luna, ésta da un saltito para alejarse y entonces llaman a otro animal para que se sume a la torre. Además del texto, las ilustraciones juegan un importante papel en esta estructura repetitiva y acumulativa. Vamos viendo aparecer cada animal por separado y se repite la torre, cada vez más grande, una y otra vez.
Estas ilustraciones están hechas en acuarela sobre papel maché y provocan una cierta ilusión tridimensional. Destaca esa luna de gran tamaño y textura comestible, cuya luz se realza sobre el fondo negro de la noche que todo lo cubre. Esa luna llena, sonriente y juguetona, cuya sonrisa se trunca cuando los animales logran su objetivo. Desde ese momento, la luna aparecerá en forma de media luna y con el rostro desencantado. El triunfo de los animales la ha molestado vivamente.
Cuando los animales duermen, tras haber logrado su objetivo, parece que el cuento ha terminado. Pero hay un segundo final, del que antes os hablaba. Un final ambiguo y lleno de ironía que desconcierta a los niños (y, por supuesto, a los adultos). Un pez ha observado todo y se pregunta a qué viene tanto jaleo para llegar al cielo, si hay otra luna mucho más cerca: el reflejo de la misma en el agua. La perspectiva del pez es diferente al del resto de los animales porque él vive en el agua y sus circunstancias condicionan su modo de mirar el mundo.
El cuento podía terminar con el éxito de los animales: han logrado su sueño. Trabajando todos juntos han conseguido su objetivo y eso les hace felices. Pero la cara molesta de la luna y la mirada un tanto cínica del pez plantean una segunda lectura del texto, tratando a los niños como lectores inteligentes que no se conforman con la perspectiva única del relato lineal. Sí, los animales se han unido, han trabajado juntos y han logrado su objetivo, pero ¿la luna quería que arrancaran un trozo de su cuerpo? ¿Todos los animales tienen la misma meta o hay alguno, como el pez, que no comparte el sueño común y que observa a los demás desconcertado y distante y con un razonamiento propio? El autor propone así una interesante reflexión que a menudo pasa desapercibida, pero que da una vuelta de tuerca más al relato, marcando así la diferencia con otros cuentos.
¿Conocíais el cuento? ¿Qué pensáis vosotros de este final?
Como siempre, os dejo un vídeo basado en este cuento: