Hoy, Día del Libro, no puedo dejar de celebrarlo con un post sobre... libros, claro. Creo que no os desvelo ningún secreto si os digo que me gusta leer. Me ha gustado siempre. Desde niña he disfrutado teniendo un libro en las manos. No es de extrañar, porque crecí rodeada de libros. Tengo la suerte que mis padres son también grandes lectores y en mi casa siempre hubo una amplia biblioteca con títulos de todo tipo. También recurría a la biblioteca del colegio y, ya adolescente, a la biblioteca municipal. Con esto quiero decir que leía mucho, mucho, mucho. Y los libros que me gustaban los releía una y otra vez.
De la mano de mis hijos vuelvo a acercarme a la literatura infantil. La juvenil nunca la dejé del todo, porque ya mayor he seguido leyendo de vez en cuando este tipo de novelas (como la saga de Harry Potter o la trilogía de Idhún). Por supuesto, no recuerdo las lecturas de mi primera infancia, aunque algún que otro volumen debe quedar en alguna caja del trastero paterno. Pero sí recuerdo muchos de los libros que leí en la siguiente etapa. Algunos de ellos los conservo en mi casa y otros están guardados en casa de mis padres. Me gustaría mucho compartir mis libros infantiles con mis hijos a medida que crezcan, si es que les interesan. En mis estanterías de niña convivían libros nuevos con muchos de la infancia de mis padres que, como buenos amantes de los libros, conservaron en buen estado y la siguiente generación pudimos disfrutar de ellos. Voy a dedicar un par de entradas nostálgicas a algunos de los libros que me acompañaron entonces.
1. El Barco de Vapor
No creo que haya una casa con niños desde los años 80 que no tenga algún volumen de esta colección publicada por SM y que todavía continúa editándose. Está formada por cuatro series: Blanca (primeros lectores), Azul (a partir de 7 años), Naranja (a partir de 9 años) y Roja (a partir de 12 años). Los que mejor recuerdo son, obviamente, de las dos últimas series. Me reía a carcajadas con los disparates de Fray Perico y el pirata Garrapata y viví asombrosas aventuras en Katoren, en el Molino Viejo y en el Canadian Express. La colección ha seguido creciendo y veo en manos de mi sobrina nuevos volúmenes como la colección sobre Pupi, un simpático extraterrestre del planeta Azulón, o la hormiga Miga.
2. Celia
Heredé los primeros volúmenes de Celia de mi madre y, después, me fueron regalando los que faltaban. Celia fue siempre uno de mis personajes infantiles favoritos. Divertida, rebelde, creativa, honesta, preguntona y con una poderosa imaginación que la lleva a divertirse mucho, pero también a meterse en grandes líos. Sorprendentemente, tuvo un gran éxito en la posguerra, mientras su autora, Elena Fortún, vivía en el exilio por sus ideas republicanas. Más sorprendente aún porque Celia representaba un modelo femenino que rompía con la figura tradicional: una niña que se niega a aprender las labores propias de su sexo (coser, cocinar...), que no entiende de clases sociales, que sueña con estudiar y ser escritora, que no se somete jamás al orden social establecido y que todo lo cuestiona. Celia creció y Elena Fortún fue contando las aventuras de sus hermanos pequeños y de sus primos, creando una saga. La Celia adolescente, afectada al igual que la autora por la guerra civil y el exilio, cambia drásticamente el tono, pero esa ya es otra lectura diferente.
3. Enid Blyton
Me encantaban esas pandillas de niños ingleses que resolvían misterios y vivían grandes aventuras o aquellas niñas que llevaban vidas fascinantes en internados femeninos donde jugaban al lacrosse. El Club de los Siete Secretos, los Cinco, las mellizas O'Sullivan... Eran historias entrañables de amistades inquebrantables, intrépidas aventuras, excursiones en bicicleta, acampadas en bellos paisajes y deliciosos picnics de sándwiches y cerveza de jengibre (en serio, ¿qué era eso?). Con el tiempo he sabido que la autora no tuvo precisamente una vida ejemplar (podéis leerlo en este artículo), pero yo aún recuerdo con cariño a esos niños que se enfrentaban a contrabandistas y espías, escapaban por túneles subterráneos, encontraban pasadizos secretos y resolvían misterios.
4. Colección Historias
Esta colección, publicada por Bruguera, era de mi padre, aunque luego compraron nuevos títulos para nosotros. Comenzó a publicarse en los años 50 y continuó lanzando nuevos volúmenes hasta los 90. Más de treinta años recopilando todos los clásicos de la literatura: desde las visionarias aventuras de Julio Verne a las correrías de Buffalo Bill por el lejano oeste, las andanzas de Tom Sawyer y de Heidi, historias clásicas de Dickens, de Salgari, de Twain. Había historias de piratas, de espadachines, de niños aventureros, de princesas, de caballeros medievales, de romanos, de náufragos, de indios y vaqueros, biografías noveladas de grandes personajes... En fin, una delicia. Además, los libros combinaban texto y cómic. El color de las portadas fue cambiando con el paso del tiempo, como podéis ver en la foto. Si queréis saber más sobre esta colección (títulos, etapas, etc) podéis verlo en este enlace.
5. La historia interminable
Este libro de Michael Ende, publicado en 1979, es ya un clásico. Si eres de mi generación, o lo has leído o has visto la película. O ambos. Bueno, alguno habrá que no, ya lo sé, que no hay que generalizar. Bastian, un niño huérfano y solitario, entra en una librería huyendo de unos matones (el bullying no es algo nuevo, desgraciadamente) y allí encuentra el libro de La historia interminable. En vez de ir a clase, se esconde para leer el libro, que relata la historia sobre el reino Fantasía, que corre un gran peligro y está empezando a desaparecer. A mitad de la lectura, Bastian se encuentra que el libro le incluye en el relato y que debe ir a Fantasía para salvar al reino. Una historia llena de magia, de aventuras y de superación, pero con un trasfondo crítico. Además, su singular estructura (el libro dentro del libro, la fusión del mundo real y el mágico) convierten este libro en algo único.
De la mano de mis hijos vuelvo a acercarme a la literatura infantil. La juvenil nunca la dejé del todo, porque ya mayor he seguido leyendo de vez en cuando este tipo de novelas (como la saga de Harry Potter o la trilogía de Idhún). Por supuesto, no recuerdo las lecturas de mi primera infancia, aunque algún que otro volumen debe quedar en alguna caja del trastero paterno. Pero sí recuerdo muchos de los libros que leí en la siguiente etapa. Algunos de ellos los conservo en mi casa y otros están guardados en casa de mis padres. Me gustaría mucho compartir mis libros infantiles con mis hijos a medida que crezcan, si es que les interesan. En mis estanterías de niña convivían libros nuevos con muchos de la infancia de mis padres que, como buenos amantes de los libros, conservaron en buen estado y la siguiente generación pudimos disfrutar de ellos. Voy a dedicar un par de entradas nostálgicas a algunos de los libros que me acompañaron entonces.
1. El Barco de Vapor
No creo que haya una casa con niños desde los años 80 que no tenga algún volumen de esta colección publicada por SM y que todavía continúa editándose. Está formada por cuatro series: Blanca (primeros lectores), Azul (a partir de 7 años), Naranja (a partir de 9 años) y Roja (a partir de 12 años). Los que mejor recuerdo son, obviamente, de las dos últimas series. Me reía a carcajadas con los disparates de Fray Perico y el pirata Garrapata y viví asombrosas aventuras en Katoren, en el Molino Viejo y en el Canadian Express. La colección ha seguido creciendo y veo en manos de mi sobrina nuevos volúmenes como la colección sobre Pupi, un simpático extraterrestre del planeta Azulón, o la hormiga Miga.
2. Celia
Heredé los primeros volúmenes de Celia de mi madre y, después, me fueron regalando los que faltaban. Celia fue siempre uno de mis personajes infantiles favoritos. Divertida, rebelde, creativa, honesta, preguntona y con una poderosa imaginación que la lleva a divertirse mucho, pero también a meterse en grandes líos. Sorprendentemente, tuvo un gran éxito en la posguerra, mientras su autora, Elena Fortún, vivía en el exilio por sus ideas republicanas. Más sorprendente aún porque Celia representaba un modelo femenino que rompía con la figura tradicional: una niña que se niega a aprender las labores propias de su sexo (coser, cocinar...), que no entiende de clases sociales, que sueña con estudiar y ser escritora, que no se somete jamás al orden social establecido y que todo lo cuestiona. Celia creció y Elena Fortún fue contando las aventuras de sus hermanos pequeños y de sus primos, creando una saga. La Celia adolescente, afectada al igual que la autora por la guerra civil y el exilio, cambia drásticamente el tono, pero esa ya es otra lectura diferente.
3. Enid Blyton
Me encantaban esas pandillas de niños ingleses que resolvían misterios y vivían grandes aventuras o aquellas niñas que llevaban vidas fascinantes en internados femeninos donde jugaban al lacrosse. El Club de los Siete Secretos, los Cinco, las mellizas O'Sullivan... Eran historias entrañables de amistades inquebrantables, intrépidas aventuras, excursiones en bicicleta, acampadas en bellos paisajes y deliciosos picnics de sándwiches y cerveza de jengibre (en serio, ¿qué era eso?). Con el tiempo he sabido que la autora no tuvo precisamente una vida ejemplar (podéis leerlo en este artículo), pero yo aún recuerdo con cariño a esos niños que se enfrentaban a contrabandistas y espías, escapaban por túneles subterráneos, encontraban pasadizos secretos y resolvían misterios.
4. Colección Historias
Esta colección, publicada por Bruguera, era de mi padre, aunque luego compraron nuevos títulos para nosotros. Comenzó a publicarse en los años 50 y continuó lanzando nuevos volúmenes hasta los 90. Más de treinta años recopilando todos los clásicos de la literatura: desde las visionarias aventuras de Julio Verne a las correrías de Buffalo Bill por el lejano oeste, las andanzas de Tom Sawyer y de Heidi, historias clásicas de Dickens, de Salgari, de Twain. Había historias de piratas, de espadachines, de niños aventureros, de princesas, de caballeros medievales, de romanos, de náufragos, de indios y vaqueros, biografías noveladas de grandes personajes... En fin, una delicia. Además, los libros combinaban texto y cómic. El color de las portadas fue cambiando con el paso del tiempo, como podéis ver en la foto. Si queréis saber más sobre esta colección (títulos, etapas, etc) podéis verlo en este enlace.
5. La historia interminable
Este libro de Michael Ende, publicado en 1979, es ya un clásico. Si eres de mi generación, o lo has leído o has visto la película. O ambos. Bueno, alguno habrá que no, ya lo sé, que no hay que generalizar. Bastian, un niño huérfano y solitario, entra en una librería huyendo de unos matones (el bullying no es algo nuevo, desgraciadamente) y allí encuentra el libro de La historia interminable. En vez de ir a clase, se esconde para leer el libro, que relata la historia sobre el reino Fantasía, que corre un gran peligro y está empezando a desaparecer. A mitad de la lectura, Bastian se encuentra que el libro le incluye en el relato y que debe ir a Fantasía para salvar al reino. Una historia llena de magia, de aventuras y de superación, pero con un trasfondo crítico. Además, su singular estructura (el libro dentro del libro, la fusión del mundo real y el mágico) convierten este libro en algo único.
Y vosotros, ¿recordáis vuestros libros de la infancia? ¿Conserváis alguno? Seguiré recordando mis lecturas infantilles en otro post.
Nota: La mayoría de los libros de este post pueden encontrarse aún en las librerías, porque han seguido editándose. Tan sólo la colección Historias no creo que sea posible encontrarla más que en librerías de segunda mano.