Me encantan los bebés. Me gusta todo de ellos: su olor, sus sonrisas desdentadas, sus chillidos de alegría y sus primeros balbuceos, sus pucheros, sus ojitos asombrados descubriendo todo lo que les rodea, su carita de placidez cuando duermen... Y, sobre todo, me gustan mis bebés. El mayor, camino de los 3 años, es ya un niño con todas las letras. Un niño que va al colegio, come solo, utiliza calzoncillos, se quita solo muchas prendas de ropa, cuenta cuentos (e inventa cuentos), monta en bici (sin pedales) y ayuda en algunas tareas de la casa. El pequeño tiene 11 meses recién cumplidos y un retraso madurativo de unos tres meses. Ya sabéis las que me leéis habitualmente que fue prematuro y no lleva el mismo ritmo que los demás, por lo que está alargando las distintas etapas de bebé. Vamos, que me va a durar más tiempo de bebé.
El caso es que mi marido y yo hace tiempo que decidimos que no tendríamos más hijos. Hubo una época en la que pensamos que tres podría ser un buen número, pero al final hemos decidido, por diversos motivos, que no tendremos más (vale, ya sé que muchos padres que afirman esto tajantemente luego tienen que desdecirse, pero a día de hoy no creemos que sea nuestro caso). Lo cierto es que a medida que mi bebé crece, me voy dando cuenta que va a ser mi último bebé y, debo confesar, que, pese a la alegría que siento cada vez que va superando una etapa (sobre todo teniendo en cuenta todo el esfuerzo que le supone, como podéis recordar leyendo este post), siento una pequeña pena. Porque me doy cuenta que nunca más volveré a tener un bebé mío en brazos, no volveré a amamantar, ni a portear, ni a hacer tantas otras cosas. Pasaremos juntos otras muchas etapas e imagino que también me dará mucha pena cerrarlas. Pero la fase bebé es tan corta, se pasa tan rápido...
Este fin de semana hemos visto algunos vídeos antiguos del mayor. Aún no hace ni tres años y parece que fue otra vida. ¿Realmente una vez fue tan pequeño? ¿Es que hubo un tiempo en que no hablaba por los codos, sino que emitía agudos chillidos y repetía con insistencia las mismas sílabas? ¿No supo andar y correr siempre, sino que se balanceaba feliz en su hamaquita y se agarraba los pies echado en la cuna? ¿En vez de construir castillos, se divertía arrojando las piezas de construcción por todo el salón? ¿Cuándo aprendió a subir escaleras, comer spaghetti bolognesa y salpicar en la piscina? Me ha parecido increíble ver a mi niño grande cuando era un bebé chiquitín. Mi primer bebé. Tan tierno, pequeño y bonito.
Sé que hay muchos padres que prefieren otras etapas. Mi marido, sin ir más lejos. Pero a mí me encantan los bebés y sé que dentro de un tiempo, más corto del que parece, ya no volveré a tener ninguno más en casa. Vendrán otras etapas, maravillosas también, pero este bebé que duerme ahora mismo en su cunita, abrazado a su osito, será mi último bebé. Por eso estoy decidida a aprovechar al máximo esta breve etapa, porque es un regalo único.
PD: También me ha servido para darme cuenta de que tengo miles de vídeos del mayor (la mayoría muy aburridos para quienes no sean sus padres, todo sea dicho), pero muy pocos del pequeño. Pasa lo mismo con las fotos. No, no le queremos menos ni estamos menos emocionados con todo lo que consigue. Es sólo, como saben los que tienen más de un hijo y sobre todo cuando son tan seguidos, que ahora no tengo tanto tiempo como con el primero para andar con la cámara en mano registrando cada nimio detalle. Por eso, también me he propuesto subsanarlo y coger de vez en cuando la cámara. Que luego nos encanta verlo (y a ellos también. Por lo menos mi hijo mayor ha disfrutado una barbaridad viéndose tan pequeño).
Fuente: Morguefile |
El caso es que mi marido y yo hace tiempo que decidimos que no tendríamos más hijos. Hubo una época en la que pensamos que tres podría ser un buen número, pero al final hemos decidido, por diversos motivos, que no tendremos más (vale, ya sé que muchos padres que afirman esto tajantemente luego tienen que desdecirse, pero a día de hoy no creemos que sea nuestro caso). Lo cierto es que a medida que mi bebé crece, me voy dando cuenta que va a ser mi último bebé y, debo confesar, que, pese a la alegría que siento cada vez que va superando una etapa (sobre todo teniendo en cuenta todo el esfuerzo que le supone, como podéis recordar leyendo este post), siento una pequeña pena. Porque me doy cuenta que nunca más volveré a tener un bebé mío en brazos, no volveré a amamantar, ni a portear, ni a hacer tantas otras cosas. Pasaremos juntos otras muchas etapas e imagino que también me dará mucha pena cerrarlas. Pero la fase bebé es tan corta, se pasa tan rápido...
Este fin de semana hemos visto algunos vídeos antiguos del mayor. Aún no hace ni tres años y parece que fue otra vida. ¿Realmente una vez fue tan pequeño? ¿Es que hubo un tiempo en que no hablaba por los codos, sino que emitía agudos chillidos y repetía con insistencia las mismas sílabas? ¿No supo andar y correr siempre, sino que se balanceaba feliz en su hamaquita y se agarraba los pies echado en la cuna? ¿En vez de construir castillos, se divertía arrojando las piezas de construcción por todo el salón? ¿Cuándo aprendió a subir escaleras, comer spaghetti bolognesa y salpicar en la piscina? Me ha parecido increíble ver a mi niño grande cuando era un bebé chiquitín. Mi primer bebé. Tan tierno, pequeño y bonito.
Sé que hay muchos padres que prefieren otras etapas. Mi marido, sin ir más lejos. Pero a mí me encantan los bebés y sé que dentro de un tiempo, más corto del que parece, ya no volveré a tener ninguno más en casa. Vendrán otras etapas, maravillosas también, pero este bebé que duerme ahora mismo en su cunita, abrazado a su osito, será mi último bebé. Por eso estoy decidida a aprovechar al máximo esta breve etapa, porque es un regalo único.
PD: También me ha servido para darme cuenta de que tengo miles de vídeos del mayor (la mayoría muy aburridos para quienes no sean sus padres, todo sea dicho), pero muy pocos del pequeño. Pasa lo mismo con las fotos. No, no le queremos menos ni estamos menos emocionados con todo lo que consigue. Es sólo, como saben los que tienen más de un hijo y sobre todo cuando son tan seguidos, que ahora no tengo tanto tiempo como con el primero para andar con la cámara en mano registrando cada nimio detalle. Por eso, también me he propuesto subsanarlo y coger de vez en cuando la cámara. Que luego nos encanta verlo (y a ellos también. Por lo menos mi hijo mayor ha disfrutado una barbaridad viéndose tan pequeño).