Este fin de semana he terminado
de leer esta divertidísima novela, segunda parte del Diario de una dama de provincias, que tanto me gustó cuando lo leí
este invierno. No tengo suficiente agradecimiento hacia la editorial Libros del Asteroide y a la traductora
Patricia Antón por recuperar estas pequeñas obras maestras de la literatura
inglesa. La autora comenzó a publicar las divertidas peripecias de esta dama -un
tanto autobiográficas- en 1929 en una revista semanal, la feminista Time and Tide, y al año siguiente
apareció el primero de los libros. El que acabo de terminar data de 1932, pero
el sentido del humor no envejece y no sólo ha resistido el paso de los años,
sino que resulta difícil ahogar las carcajadas.
De forma amena y ligera, recoge
el día a día de un ama de casa de clase media-alta que vive en el campo.
Asistimos a sus desastres domésticos, sus problemas para imponerse al personal
de servicio (en el primer libro resultan especialmente divertidos sus diálogos
con esa cocinera temperamental e indisciplinada que siempre impone sus
opiniones), sus catastróficas labores de jardinería, sus intentos por ser una
madre moderna, las relaciones con sus
vecinos, su incapacidad para mantener a flote la economía familiar pese a la
posición holgada de su marido, su entusiasmo a la hora de organizar picnics y
vacaciones que acaban siempre de forma desastrosa y sus mordaces descripciones
del mundillo literario de Londres, al que accede tras publicar su primer libro,
con bastante éxito de ventas.
Robert, el marido, es uno de los
personajes más hilarantes. Delafield dibuja a un británico clásico, distante,
correcto, irónico y aburrido, que dormita tras las páginas del Times y habla sobre caza y caballos. Otras
joyas son la charlatana mujer del párroco, la refinada institutriz francesa y
la estrella del segundo tomo, Pamela Pringle, una caradura aventurera que
enreda siempre a la protagonista para que la encubra en sus continuas
infidelidades matrimoniales. Pero lo mejor de todo es esa dama de provincias,
voluble, contradictoria y frívola, que se enfrenta con humor y resignación a
los problemas cotidianos.
Espero que pronto la editorial
recupere los dos últimos volúmenes de la serie para seguir riéndonos con esta
dama de provincias que siempre tiene a mano el anillo de su tía abuela para
empeñarlo cuando se le agota el presupuesto, ofrece bizcochos rancios a las
visitas, jamás consigue acertar con su atuendo y nunca se ha leído la última novela de moda que acapara todas las conversaciones.