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Dar el pecho en un rooftop de Manhattan

Volver a casa ha supuesto la vuelta a muchas rutinas, pero aún parece que estamos de vacaciones. Nuestros horarios siguen un tanto descontrolados y seguimos acostándonos tarde: una visita a mis padres que se alarga más de la cuenta, una cena en casa con unos amigos que se van de vacaciones... Cada día un pequeño extra que no hacemos habitualmente entre semana. Pero bastante tenemos con el regreso de mi marido al trabajo, el calor, la montaña de ropa para lavar y planchar, hacer una gran compra porque se quedó la nevera vacía... Además, yo continúo con los extraños horarios propios de cualquier madre con un bebé lactante, lo que me permite wasapear con mi amiga María, que está pasando tres meses en Nueva York con una beca de investigación. Así, contrastes que tiene la vida, mientras yo doy el pecho a las cinco de la mañana, ella me cuenta que en NYC son las diez de la noche y que se encuentra en Manhattan, en un rooftop de moda tomando un Spring Breeze con un grupo de amigos cada uno de una nacionalidad diferente... Vamos, que parece vivir en un episodio de Sexo en Nueva York y me lo cuenta tan fascinada que me parece que estoy con ella (y con el bebé en brazos, naturalmente). Por supuesto, hoy me ha tocado buscar en Google la mitad de los términos que utilizó, porque no tenía ni idea que ahora lo que se lleva, por lo menos al otro lado del charco, son bares (sí, súper-exclusivos, pero bares a fin de cuentas) en las azoteas de los edificios y tomar cócteles con nombres poéticos, porque entre embarazos y lactancias hace años que me tomé una copa y que hice el último viaje al extranjero.

En fin. Por suerte ya está aquí el puente de agosto y salimos huyendo a la montaña, donde allí, de nuevo, estaré sin conexión a internet. Llegaremos a tiempo para que el ciruelo nos regale las claudias que nos hayan dejado los pájaros y mi hijo podrá desfogarse corriendo por el jardín y bañándose en la piscina. Tal vez el sapo siga alojado en la arqueta y podremos comer frutas y verduras "de verdad", porque, aunque suene tópico, parece que sólo en los pueblos puedes encontrar tomates que sepan a tomate, melocotones maduros, ciruelas que se deshagan en la boca... El bebé volverá a relajarse, mi marido trabajará en el jardín y yo podré terminar los cuentos de Alice Munro. Me apetece mucho. Más que tomar copas en un local cool del Upper East Side. Hasta la vuelta.