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Al parque

Mientras acostaba al bebé para su siesta de media mañana, he oído cerrarse de golpe la puerta de la calle. He salido disparada y al abrir me he encontrado en el descansillo a mi hijo mayor, que hacía dos segundos estaba al pie de la cuna viendo como acostaba a su hermano.
 
- Me voy al parque - ha dicho muy serio con su media lengua de dos años de edad.
 
Ya dentro de casa -y con el pestillo echado- le he explicado que los niños no se van solos a la calle y que nunca debe salir sin un adulto. Efecto de mi actuación: cero. Al rato ha aparecido arrastrando el cubo y la pala y me ha dicho muy serio:
 
- Me tengo que ir, me tengo que ir.
 
He tenido que morderme el labio para no echarme a reír. Anticipo que la anécdota provocará hilaridad en las próximas reuniones familiares.